En las cálidas mañanas de noviembre
mientras el cielo se viste de gris,
los árboles se van desnudando
haciendo su lecho de follaje.
El viento frío del norte
entra susurrando al amanecer,
reclamándole su poder al invierno
para vestirlo todo de blanco.
Mientras tanto, los dos contemplamos
como van cambiando los colores,
de nuestro noviembre y sus mañanas
envolviéndonos del palpitar de sensaciones,
que nos hacen soñar,
en nuestro despertar calmado.
Humeante el café reposa en la taza,
los cristales de las ventanas
se orlan con el vaho de nuestros cuerpos
en silencio, los dos nos miramos.
Y en las mañanas de noviembre cálidas,
el sol nos invita a caminar
entre el follaje y la hojarasca,
cogidos de la mano,
serenamente,
como dos eternos enamorados
caminando por la vida,
en un mismo destino.
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